Estados Unidos, lunes 14 de Noviembre de 2016
A menos de una semana de sorprender al mundo entero al convertirse en el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump prometió deportar de inmediato a dos o tres millones de inmigrantes que vivan en el país de manera ilegal, según extractos de una entrevista con la cadena de noticias CBS que se emitirá este domingo.
El anuncio del presidente electo provocó una reacción casi inmediata en México, en donde el delegado del Instituto Nacional de Migración en el fronterizo estado de Baja California, Rodulfo Figueroa, llamó a los mexicanos a evitar entrar en pánico.
Figueroa destacó que «el muro existe en Baja California desde hace años» y que el asunto de las deportaciones «tampoco es nuevo». En los ocho años de gobierno de Barack Obama, más de 2,7 millones de inmigrantes indocumentados fueron deportados de Estados Unidos.
«Nosotros no debemos de preocuparnos más de lo que sea necesario; los mexicanos que regresen a México no serán deportados en la forma que se ha dicho, no hay manera práctica de hacerlo», agregó.
En la entrevista con el programa 60 Minutes que se emitirá este domingo, Trump no dio detalles ni plazos para las deportaciones, pero dejó claro que estará dentro de sus primeras medidas.
«Lo que haremos es sacar del país o encarcelar a las personas que son criminales o que tienen antecedentes criminales, miembros de pandillas, narcotraficantes (…) son probablemente dos millones, podrían ser inclusive hasta tres millones», adelantó el presidente electo, según reprodujo la agencia de noticias EFE.
Durante la campaña electoral, Trump había prometido deportar a todos los inmigrantes que viven sin documentos en el territorios, es decir, unos 11 o 12 millones, la mayoría oriundos de América latina.
Apenas unas horas, el presidente de la Cámara de Representantes, el más moderado dirigente republicano Paul Ryan, había dicho que no estaban «planeando crear una fuerza de deportación», según la cadena de noticias CNN.
Sobre los nueve millones de inmigrantes sin papeles que no serían deportados de inmediato, Trump evitó dar una respuesta concreta.
«Después de que la frontera sea segura y después de que todo se normalice, vamos a tomar una decisión sobre esa gente, estamos hablando de personas maravillosas; son personas maravillosas, pero vamos a tomar una decisión sobre ellos», explicó el presidente electo en la entrevista que se verá este domingo.
Parte de «asegurar» la frontera, según Trump, dependerá de construir su tan prometido muro.
A diferencia de sus declaraciones más grandilocuentes de campaña, esta vez el magnate devenido en político matizó su propuesta y dijo que habría parte de muro y parte de valla, una realidad no muy diferente a la que existe este domingo en el sur de Estados Unidos.
Mientras se conocían estas declaraciones, también se escucharon nuevos festejos de la derecha más xenófoba y antiinmigrante de Europa.
Trump tuvo este domingo su primera reunión con un líder europeo y eligió al euroescéptico británico Nigel Farage, promotor del Brexit, quien lo ensalzó como «un hombre con quien Gran Bretaña puede hacer negocios».
El gobierno británico aseguró este domingo que el líder interino del partido eurófobo UKIP no juega «ningún papel» en la diplomacia oficial del Reino Unido.
Desde Francia, en tanto, la ultraderechista Marine Le Pen dijo que la victoria de Trump aumenta sus posibilidades de cara a las elecciones presidenciales del próximo año, según una entrevista con la cadena británica BBC.
Su victoria, dijo Le Pen, «es una piedra adicional en la construcción de un nuevo mundo, destinado a reemplazar el antiguo».
Los máximos jefes de Estado y gobierno, por el contrario, no parecen tan felices con la victoria de Trump y el lunes sus representantes se reunirán en Bruselas para discutir cómo encarar la posibilidad de una nueva relación con Estados Unidos.
En la víspera de esta reunión, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtió a Estados Unidos que «ir por separado no es una opción» y pidió a Washington «no abandonar la OTAN», en una columna publicada en el diario británico The Observer.
Al mismo tiempo que Europa oscila entre una derecha jubilosa y una centro derecha expectante, miles de estadounidenses siguen saliendo a las calles noche tras noche, en los principales bastiones demócratas, a repudiar la victoria de Trump y prometer que no lo aceptarán como su futuro presidente.
Al grito de «No es mi presidente» y con pancartas, velas y canciones, decenas de miles de personas protestaron por cuarta noche consecutiva en las calles de las principales ciudades de Estados Unidos.
En tanto, durante la larga entrevista, Trump demostró que no perdió su sentido del humor y prometió «controlarse» en Twitter cuando esté en la Casa Blanca.
«Si es que llego a utilizarlo, voy a controlarme mucho», dijo un Trump más sonriente que lo que se lo vio en los últimos días, en la seguidilla de reuniones en Washington, que marcaron esta semana el inicio de una transición que durará más de dos meses hasta la jura presidencial del 20 de enero.